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Soledad: un fenómeno social en auge

24 diciembre 2021
soledad tipos

Sentirse solo no es algo excepcional de algunas personas. Los cambios demográficos o la movilidad territorial están provocando que la soledad esté creciendo considerablemente entre la población mayor, pero también entre las personas de mediana edad o más jóvenes. Tanto que se empieza a considerar como un problema sociosanitario emergente.

Aunque no es algo nuevo, la experiencia de soledad está creciendo y tomando distintas formas, no solo entre las personas mayores. El malestar que genera es considerable, y ya hay estudios que lo relacionan con una peor salud en general. Además, el aislamiento al que nos ha obligado la covid-19 en muchas ocasiones, ha acercado esa realidad a muchas personas hasta ahora desconocida. 

¿Qué cambios se están produciendo en la sociedad?

En las últimas décadas, las sociedades occidentales están experimentando importantes cambios. 

  • La esperanza de vida está aumentando. España suele ocupar los primeros puestos en el ranquin de esperanza de vida, que ahora tras la pandemia supera ligeramente los 82 años.
  • La natalidad está descendiendo. Según el INE, en el año 2020 nacieron algo más de 7 niños por cada 1.000 habitantes, mientras que la tasa de fecundidad en el año 2019 fue de 1,24 hijos por mujer.
  • Los modelos de familia están cambiando. Las separaciones o divorcios son más habituales ahora que en la época de nuestros abuelos, y la movilidad territorial (por motivos laborales, económicos, personales…) está a la orden del día.
  • Tenemos menos tiempo. Nuestro estilo de vida acelerado dificulta dedicar el tiempo que nos gustaría a nuestras relaciones familiares y sociales (por las largas jornadas laborales, desplazamientos, etc.).

En consecuencia, la sociedad se está envejecinedo progresivamente: vivimos más años, pero también lo hacemos más solos o aislados de nuestros allegados, y muchas zonas se están despoblando, la conocida como “España vaciada”.

¿Existen distintos tipos de soledad?

La soledad puede ser de tres tipos: residencial, social y emocional. 

  • Residencial. Personas que, por la razón que sea, viven solas. Según el INE, casi tres millones de personas menores de 65 años, y algo más de dos millones de personas mayores de 65 años vivían solas en el año 2020.
  • Social. Personas con poco contacto social o familiar: no se cuenta con vínculos o redes sociales.
  • Emocional. Personas que se sienten solas independientemente de la red social que se tenga: no se siente el apoyo o la posibilidad de contar con alguien en caso de necesitarlo.

De estas tres, la soledad social y la soledad emocional son las que pueden generar mayor malestar entre las personas.

Todos podemos sentirnos solos en algún momento

Efectivamente porque la experiencia de soledad no es algo estático, y tiene más que ver con una percepción personal y subjetiva que con algo cuantitativo, uno puede sentirse solo independientemente de la edad, lugar de nacimiento, estatus social, laboral o familiar. De hecho, es fácil que todos en algún momento de nuestra vida nos sintamos solos.

Según un estudio del Observatorio Social de la Fundación La Caixa con población general, más de la mitad de los participantes se sentían solos o aislados o se encontraba en riesgo de estar aislada socialmente (55% en total). Estas cifras aumentan conforme disminuye el nivel de estudios o a mayor edad.

No obstante, la soledad no afecta exclusivamente a las personas mayores. Según indica este mismo estudio, las personas entre 40 y 64 años muestran unos resultados preocupantes, precisamente cuando se les supone más implicados con el trabajo, actividades de ocio y tiempo libre, la crianza de los hijos y familia, etc. Sin embargo, manifiestan sentir poco apoyo social y emocional:

  • El 32% de las mujeres y el 27,5% de los hombres de entre 40 y 64 años se sienten socialmente solas.
  • A nivel emocional, estos datos aumentan al 44% entre las mujeres y el 32% entre los hombres.

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¿También en Navidad?

La Navidad es el momento de las reuniones familiares, las cenas con amigos, con compañeros de trabajo… encuentros esperados largo tiempo por muchos, y que, muchas veces, solo se producen ahora, durante las fiestas.

Debido a la pandemia ocasionada por la covid-19, la Navidad del año pasado ya fue distinta, menos festiva de lo que a muchos nos hubiera gustado. Ahora, el rápido incremento de los contagios de estas últimas semanas puede llevar a muchas personas a pasar la Nochebuena solos, o a tomarse las uvas de Nochevieja sin tener el calor de la familia al lado.

Esperamos que estos sean los menos casos, y que, siguiendo siempre las recomendaciones de prevención e higiene, puedas compartir las fiestas con tus allegados. Si no es posible, y hay que pasarlas en aislamiento, o te encuentras con esa silla vacía en la mesa, nuestra recomendación es:

  • Utilizar la tecnología a tu favor: realizar videollamadas frecuentes con tus familiares, e incluso, cenar con ellos a través de la plataforma de videollamada que utilices.
  • Tener presente que estas medidas protegen la salud de tus seres queridos.
  • En muchos casos, esta será una situación de aislamiento coyuntural y puntual (esperemos que el año que viene no se repita), y no necesariamente experiencias de soledad o aislamiento más estructurales como las que hemos indicado más arriba.

La soledad no deseada en los mayores

Conforme se cumplen años, es esperable que las experiencias de soledad aumenten debido a las pérdidas que ocurren en la vejez y a los cambios sociales actuales. Según otro estudio del Observatorio Social de la Fundación La Caixa con población mayor, el 64% manifestaba experimentar algún tipo de soledad. De ellos, 15% de forma grave o muy grave. Es decir, 1 de cada 6 mayores se encontraba en una situación de soledad muy grave.

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Además de ser una realidad muy triste, se trata también de un problema sociosanitario de primer orden. Y es que la soledad en las personas mayores se relaciona con una peor salud en general. En concreto, con problemas de:

  • Malnutrición.
  • Menor adherencia a tratamientos médicos.
  • Deterioro cognitivo y físicodebido a una menor actividad (física, social o familiar), y también al riesgo de caídas.
  • Mayores niveles de ansiedad y depresión.
  • Menor nivel de bienestar y satisfacción vital.
  • Además, se invisibiliza el colectivo de personas mayores.

Al margen de cuán solos se puedan sentir nuestros mayores, es fundamental tomar medidas y revertir la situación. Por ellos, y también por las implicaciones que tiene para su salud. Es necesario facilitar y fomentar actividades y redes de apoyo y acompañamiento; en la medida de lo posible, mantener su entorno habitual de residencia, o, si es necesario, informarse sobre las distintas opciones de cuidado y acompañamiento del mayor.